Graciela Alfano y Matías Alé hablan de la fuerte discusión que casi pone fin a 8 años de amor
Hace casi ocho años, sus caminos se cruzaron por primera vez y no precisaron de excusas. Bastó una seductora mirada y la comunicación se entabló entre ellos. Cuestión de piel, argumentarían más tarde.Después llegaron las críticas, los cuestionamientos que no entendían de sentimientos y los vaticinios que no superaban el mes. Pero ellos todo lo pudieron. Hicieron oídos sordos a la oposición familiar, a los gritos y a las públicas encuestas que apostaban por sólo una semana de amor.Pero cuando nadie, ni siquiera ellos lo esperaban. Cuando falta poco más de un mes para festejar los ocho años juntos, la gran nube negra que anticipa la tormenta, se instaló sobre ellos. Matías Alé (30) lloró públicamente. Graciela Alfano (50) somatizó con una faringitis, y las palabras “crisis-separación”, se instalaron entre ellos. Dicen que todo surgió a partir de una discusión que se generó por “Bailando por un sueño”, donde él acompaña a una soñadora y ella actúa como jurado, cuando él le pidió que se abstuviera de salvarlo de su sentencia. —Pero, ¿qué fue lo que pasó para llevar la relación al límite?GRACIELA ALFANO: —Aún no cumplimos ocho años juntos. Nuestra especie de magia para que no nos agarre la famosa “comezón del séptimo año”, era decir que ya estábamos en los ocho, que, en realidad, los cumplimos el 16 de noviembre. Lo aplicamos como cábala para ver si así el universo no se daba cuenta y pasaba. Una trata de saltear las etapas pero no se puede. Por algo las parejas le tienen tanto miedo al séptimo año de amor. Y debe de tener que ver con una madurez de ambos. Porque las crisis de crecimiento individual en una pareja son permanentes. Y, justamente este año se dio el gran crecimiento de Matías en lo laboral, porque en lo personal los dos vinimos creciendo juntos. Entonces debimos reacomodarnos. Yo creo que si una crece, es porque el otro lo sostiene. Si no, se termina el amor o se convierte en algo enfermo.—No queda muy claro, ¿Uds. tuvieron una crisis?G. A.:—Yo comparo lo que nos pasó con un tsunami. Porque una crisis se va gestando, se prepara y tiene un después. Lo que nosotros vivimos fue más fuerte. Nos agarró desprevenidos. Como una ola cuando estás en la playa y crece de golpe hasta taparte...—¿Se acostaron por la noche y al despertar estaba todo mal?G. A.: —Sí, exactamente fue así. Nos acostamos bien y nos levantamos devastados. Fue muy fuerte. El conflicto, cuando estalla, sale con todo. La ola cayó con toda su fuerza. Sacó lo bueno y lo malo. Como en todo crecimiento. Nos hizo sentir el cimbronazo.—¿Hubo una discusión?MATIAS ALE: —No. Nosotros no estamos acostumbrados a discutir. Peleas pequeñas sí, pero jamás una grande. Por eso no sabemos ni cómo fue y vimos todo negro. El final estuvo muy cerca. Esto fue como una mariposa: nació y murió en un día. G. A.: —Ninguno es de tirar cosas y mucho menos gritar. Lo peor que yo te puedo hacer, es mi silencio. Soy contenida. Cuando me enojo, disparo de una sola vez toda la energía contenida y es letal. Como la piña de Monzón...M:—Es una flecha. Tranquila pero dispara y da en el corazón.—¿Ud. parece una mujer muy fuerte, nunca se quebró?G. A.: —Soy una mujer fuerte y débil al mismo tiempo. Cuando una pasa los 50, es el momento en que a las mujeres se nos abre la jaula, porque ya cumplimos con todos los mandatos y tenemos que buscar un nuevo horizonte para no caer. Buscás lo que te quedó pendiente y comenzás a vivir como una segunda adolescencia. Tomás la energía para arremeter y contás con una libertad extrema. Y en esta etapa, una empieza a verse como de verdad es, no la película de ser fuerte y perfecta. —Suena como una excusa. Uds. hicieron frente a problemas mayores, y los superaron...G. A.: —Siempre es una excusa para que salgan otras cosas. Porque nosotros enfrentamos y superamos problemas más graves. Somos sobrevivientes. Tuvimos varios tsunamis. El primero fue el de la edad, el de los prejuicios, de la condición social... De nuestra pareja opinó todo el mundo. Cada cosa que hacíamos estaba en un banquillo de análisis. Pero eso venía del afuera y hoy nos vino desde adentro. Por eso lo comparo con un tsunami, porque vino desde lo emocional. Tenemos cosas que nivelar y que las estábamos dejando pasar. Estas situaciones hay que atravesarlas, y es horrible pero no por las cosas que se dicen. Ni por el voto de un jurado... Lo peor que sale es lo que una se niega. Las cosas que una no se dice ni a una misma y que tiene que encontrar la fortaleza para poder reconocerle al otro. Es duro, da dolor y vergüenza. Reconocer esas cosas de las que no estamos orgullosos. Son los hijos negados de uno. —¿Sintieron que esta vez había llegado el final de la pareja?M. A.: —Nuestro amor es incondicional. Así es que el continuar estaba en nosotros. Pero para eso, hay que ser generoso y tolerante. El que cede siempre es el más inteligente. Los egos también se deben controlar.—¿Cómo se mantiene la pasión?G. A.: —A la pasión uno no la va descubriendo en el otro, sino en uno mismo. Cuántas parejas hay que vienen haciendo el amor y no se confiesan sus fantasías más profundas. Se conocen, pero no se aceptan. Cuando una pareja puede expresar, sale algo más.M. A.: —Cuando tenés un cimbronazo, volvés a tener esa pasión del inicio. Y lo hacés mejor, porque es como algo que perdiste o que tenías miedo de perder. Y nada mejor que el sexo de reconciliación. Es un nuevo desafío. —¿El humor juega un papel importante en la pareja?G. A.: —Si una no se puede reír mientras tiene sexo, es porque se creyó el mandato, la culpa y toda la perorata esa. Hay que animarse a jugar con el sexo. Es una herramienta maravillosa para que dos personas se puedan acariciar. Yo creo que a la cama hay que irse primero para mimarse, sin la obligación de una relación y, mucho menos, de un orgasmo. Hay que dejar de ser obsesivos e ir al placer. Hay momentos en que descansar tu cabeza en el pecho de él, es un placer. Permitirse y autorizarse.—¿Se dijeron palabras duras, que hoy se arrepienten?G. A.: —Sí. En esos momentos sale lo todo bueno y lo malo. M. A.: —Nosotros no nos guardamos nada.G. A.: —Yo lo comparo con un árbol: creció, va a dar más hojas, más felicidad, hay que ahondar las raíces para que no se pudran. Y ahondar raíces implica escarbar. Matías es mi maestro en tolerancia. Parece mayor que yo. —¿El hecho de no haber tenido hijos les jugó en contra como el de la diferencia de edad?M.A.: —Yo me siento muy completo. No tengo ninguna necesidad de paternidad. G.A.: —La pareja nació como edípica, por la diferencia de edad. Pero fue mutando y alternando. Es como ir en una bicicleta, a veces hace fuerza uno y a veces pedalea el otro. Si no, se va cayendo todo. La base es el deseo de cada uno de estar con el otro, el placer. Esta es una sociedad muy machista. Yo estuve a punto de ser quemada en la hoguera en su momento. Fui políticamente incorrecta, pero auténtica. Todo me costó un alto precio, pero estoy entera y feliz.—Cuando veían una pareja en crisis ¿decían a nosotros nunca nos va a suceder?G. A.: —Uno tiene derecho a equivocarse, a fracasar. Sí, es verdad que yo con un ‘fush! fush!’ decía ‘a mí no’, pero no hay felicidad sin una cuota de sufrimiento. —¿También se dijo que siempre están muy pegados?G. A.: —Pegoteados, pero diferenciados. El es y yo soy. Siempre estuvimos iguales, en la misma línea. Yo tengo un narcisismo muy elevado y por ésto siempre parece que la pareja queda atrás. Pero también hay que pensar que de mi súper Yo hice una carrera. Entonces, este año ‘Mati’ subió su narcisismo, y yo quedé paralizada.—¿Cómo ven su futuro?G. A.: —Hoy salvamos nuestra pareja. Nos amamos y nos conocemos más. Por eso nos pusimos alianzas de Cartier, que marcan nuestro nuevo compromiso. Renovamos nuestro amor. Tenemos ganas de seguir creciendo. Y esto nos obliga a poner energías. La ola nos llevó todo, y está bueno porque nos obligó a hacer la cama de nuevo, a ser creativos, a volver a colgar los cuadros que se cayeron. También queremos una nueva luna de miel.—¿Hubo alguna infidelidad en este tsunami?G. A.: —No. Prefiero una pelea con Matías que hacer el amor con varios.M. A.: —Y yo prefiero una pelea con Graciela que hacer el amor con otra.http://www.caras.uol.com.ar/edicion_1343/nota_00.htm