Luisana Lopilato

"Aprendí a amar a la distancia a un hombre que vale la pena"
Luisana Lopilato cuenta su historia de amor de nueve meses con el tenista Juan Mónaco

Barajó dos décadas y volvió a dar. No hay más apuestas que la intimidad ni más paga que la popularidad. De un lado, la mira mediática, del otro, la aguda astucia de una chica que le ganó a su propia edad. Hizo más de lo que su vocación pedía. Oye los aplausos de tres continentes. Toma con liviandad que, desde su más tierna edad, su nombre esté lacrado a una especie de erotismo prematuro. Viró el objeto de su afecto, y de un saque, dejó out-side a los actores y ganó un tenista. Compró su primera casa, y hace de ella un refugio intermitente. Sabe que vivió de prisa, y lejos de lamentar lo que el tiempo le arrancó, no deja de correr. Hábil jugadora en el tablero de la exposición, Luisana Loreley Lopilato (20) convida al buen voyeur: “Sin habérmelo propuesto, hoy experimento un nuevo ciclo de mi vida”. Versos ha escuchado hasta el hastío, pero hay uno al que dice hacer oídos sordos: el de la fama. “En este ambiente se vive una irrealidad que hace olvidar lo que pasa en la calle. Mis amigas creen que no sé lo que es tomar un colectivo, pero al llegar a casa, la ‘Luisana estrellita’ desaparece como cuando el cuento se termina. Mi familia me conecta con la realidad y si llego con algún divismo, me ubican enseguida: ‘Acá las cosas las pedís de otra manera, chiquita’.” Un contexto cotidiano con los pies así en la tierra, como en el cielo. “La religión es muy importante en mi vida y cada vez que puedo acompaño a mi familia a la Iglesia evangélica. Rezo y tengo mis momentos de espiritualidad, pero sólo soy una actriz que va a la iglesia, ni más ni menos creyente que cualquiera.” Prefiere no explayarse. Considera que el tema ha sido manoseado sin medida hasta la subestimación. Tal vez sea mejor hablar del resultado y no del método. “Soy muy solidaria. Ayudo al Hogar Pimpinela y amadrino el hogar “María Jesús”, de Saladillo. Siento que puedo ayudar con muy poco para lograr una sonrisa, y eso me hace sentir completa. De ahí que deseo abrir mi propio hogar para niños carenciados. Todos los fines de semana, papá, Eduardo, mamá, Bety, Darío y yo, salimos a buscar terrenos que podamos adquirir con el apoyo de algunos sponsors. Pero cuesta, muchos se hacen a un lado cuando llega el momento de concretar.”Una familia altruista y valiente para poner el pecho a las cámaras. “Tener fotógrafos en la puerta de casa todo el día, me jode bastante. Papá suele salir a buscar el auto en pijamas, y mamá saca a los perros en camisón, y no le agrada que le saquen fotos.” Y concluye así el interrogante del porqué se autodefine: “una chica de familia.” La bitácora de su infancia cuenta que no había cumpleaños al que Luisana no llegase con no menos de tres mudas de vestuario. Cuando la luz roja de la cámara casera de Eduardo se encendía, la niña desfilaba exigiendo las miradas, que se multiplicaron por millones. Millones de testigos de cambios, tan naturales como sugerentes. “Viví apresurada y perdí muchas cosas, como las noches en casa de amigas, las salidas a bailar y el viaje de egresados al que fui sólo tres días. Pero no me arrepiento, porque para crecer hay que hacer elecciones -desliza-. Aun así, hoy tomo la vida con más calma, me rodeo sólo de gente buena y controlada, y me hago tiempo para dedicarle a mis afectos. Quiero empezar a vivir la vida de una chica de 20 años, no quisiera no tener nada que contarle a mis hijos sobre la experiencia de esta edad.”
—¿Qué tanto sabe de provocación una chica de 20?
—Todas sabemos cómo seducir o jugar con la sexualidad cuando queremos provocar. A los medios les doy lo que piden, porque así son las reglas. En mi vida personal no me divierte hacerme la sexy, todo lo contrario, a propósito me comporto al revés. Cuando necesito o quiero seducir a alguien, uso lo mismo que me excita de un hombre: el humor.
—Esas reglas mediáticas de las que habla pueden confundir a más de uno…
—Siempre cae alguna propuesta rara. Me ofrecieron posar completamente desnuda para una revista, y por muchísimo dinero. Después, de “las otras” hay miles y todos los días. Son tipos que tienen que ver con los medios, y como no están tan expuestos se tiran el lance, me llaman y bueno…, se desubican. Una manifestación más del vértigo en la vida de Luisana ha sido la reciente compra de su segunda propiedad, la primera fue un terreno. Se trata de un departamento de cinco ambientes sobre la avenida De los Incas, en el barrio de Belgrano. A tan sólo diez cuadras de la casa de sus padres en Parque Chas. “Sólo falta la biblioteca –cuenta Lopilato–, pero no vivo ahí. Es un lugar que uso para estudiar inglés, reunirme con amigas o como refugio.”
—¿Un refugio contra qué?
—Contra las presiones de un mundo adulto de muchas decisiones, lo que me genera algo de estrés o conflictos emocionales sobre los que necesito meditar. De haber contado con el departamento el año pasado, me hubiese instalado, porque necesité despegar de varias situaciones y recluirme para pensar con claridad. Hoy no preciso esa soledad, elijo a mi familia. La dualidad dijo presente. “Por un lado, tengo mi cuenta bancaria, mi auto, mis horarios, pero por otro, sigo dependiendo mucho de los demás. Por ahí, necesito que mis viejos sepan dónde estoy, o adónde voy, algo así como sentirme monitoreada. Es una tara que me hace bien.”
—¿Sigue eligiendo la terapia ocasional?
—Sí. Sólo visito a mi psicólogo en momentos en que debo tomar alguna decisión. En mi casa se habla de todo, y todos contamos lo que nos pasa. A eso le sumo las opiniones de los medios y la gente que habla de más. Entonces, para no marearme, me quedo con un solo punto de vista objetivo.
—¿Esta “nueva etapa”marca el fin de la inocencia?
—Hay algo que debo madurar. Todavía soy demasiado inocente y creo todo lo que me dicen. Confío muy rápido en la gente, y eso me juega en contra. Me he comido varios garrones de ese modo, tanto en el amor como en otros aspectos de la vida. Con el tiempo aprendí a hacerme la tonta con quien no me da confianza. A todo “ji-ji”, y con este gesto de tarada me los saco de encima. Tenía apenas 13 cuando inició su primer romance de tres años, con su entonces compañero de trabajo en “R-way”, el actor Felipe Colombo (24). “Eramos como hermanos, vivíamos todo el día juntos” -recuerda Luisana-. Un año entero le dedicó a un novio anónimo que nada tiene que ver con el ambiente, “porque soy muy enamoradiza” –explica-. Hasta que, en noviembre de 2004, conoció a Mariano Martínez (28), con quien sostuvo una relación de poco más de dos años, y del que hoy, y a raíz de la revuelta mediática, dice: “Doy fe de que le gustan las mujeres, al menos mientras estuvo conmigo”.Sin titubear, y después de algunos meses sin continuidad afectiva, hoy asegura: “Sigo creyendo en el amor”. Y redobla la apuesta junto a Juan Mónaco (23), tercer mejor tenista rankeado del país, reciente ganador de los torneos ATP de Buenos Aires, Kipz Buhel y Poertschach, y considerado el de mejor desempeño del año tras 23 torneos jugados. Aunque sus trofeos más valiosos podrían ser las palabras de su novia: “Si no estuviese tan, pero tan, enamorada de Juan, seguramente estaría sola”.
—¿La aburre la soltería?
—Me llevo muy bien con la soledad, nunca usé el amor como pasatiempo. Si hoy estoy enamorada es porque pasó de repente, sin buscarlo. Cuando Juan se cruzó en mi vida, pensé: “¿Por qué voy a estar sola si extraño estar con él?, ¿por qué debería de llamar a otros hombres si sólo tengo ganas de hablar con él?”. Prefiero tener un hombre con quien compartir la vida que uno por noche de boliche. Y Juan fue el candidato perfecto. Ni bien lo conocí, me cerró en todos los aspectos. Las relaciones pasadas le han dado a Luisana mucha experiencia. Y esa experiencia, una lección: “Ahora soy más racional en la confianza y agudicé el ojo para detectar cuando una pareja esconde cosas raras”.Tarde de diciembre de 2006. Timbre en la casa de los Lopilato. “`Lu`, por favor, necesito que vengas conmigo, porque mi novio no puede acompañarme”, dijo su vecina aferrada a los tickets que la misma “Lu” le había regalado tiempo atrás, obsequio de una marca sponsor de un torneo del Buenos Aires Lawn-Tennis. “No me quedó otra -cuenta la actriz-. Pasé todo el partido al lado de él sin saber quién era. En mi vida supe algo de tenis, no cazaba una. De repente, nos miramos. Se me acercó y se presentó -recuerda – hablamos un rato, me sacó el teléfono y bueno..., después todo lo demás.” Tal vez, no condescendiente con la realidad, Luisana admite: “Y eso que nunca me gustaron los hombres lindos, pero Juan es un bombón que me hubiese podido de cualquier modo.”
—Sin repetir y sin soplar, aspectos de Mónaco que la enamoran.
—Juan es buena gente, es tranquilo, un hombre completo. Me da la paz que necesito, me respeta, me contiene, me sorprende. Es caballero, cariñoso y no es grosero. Habla bien, y eso es lo primero en lo que me fijo de un hombre.
—Novia de un tenista, ¿sentenciada a extrañar ?
—Es difícil, porque la lejanía siempre potencia los sentimientos, y hablo tanto del amor como de las peleas, aunque con él no llego ni a las discusiones. Tampoco es tanto el tiempo que estamos separados, porque pasa una semana acá y dos afuera. Y el teléfono arde, hablamos todo el tiempo todos los días. Mis amigas me comen la cabeza preguntándome si los celos no me ponen paranoica, pero gracias a Dios, no somos inseguros. Viví otras experiencias difíciles y aprendí que soy celosa sólo cuando me celan. Juan no es enfermizo, ni el tipo de hombre que trata de limitarte por inseguridad propia. Estoy aprendiendo a amar a la distancia, porque él lo vale.
—¿La distancia hace volar la cabeza?
—Cuando estoy enamorada hago locuras. Hace poco, Juan debía jugar en Hamburgo. Lo extrañaba tanto que, cuando terminé la función de teatro, me tomé un avión y fui a verlo. Tardé más de un día en llegar, estuve con él sólo 24 horas y, al día siguiente, volví a Buenos Aires.
—Hoy por hoy. ¿Hasta dónde cedería por amor?
—La profesión, jamás. Y no dejaría que él tampoco lo hiciese. Ambos estamos viviendo el mejor momento, y amamos tanto lo que hacemos, que nos respetamos, contenemos y alentamos mucho.
—¿Una novia evolucionada?
—La experiencia me enseñó. Antes preguntaba demasiado a mis parejas, y pasaba horas indagando en sus pasados. Pero hoy me di cuenta de que todos tenemos un historial, y que eso es archivo. Si el hombre que elijo hoy está conmigo, ya no me interesa saber qué hizo antes. Vivo el presente, de lo contrario el amor no se disfruta.
—Tanto amor amerita un compromiso. ¿Volvería a hacerlo como en aquel verano de 2005, con Mariano Martínez?
—Jamás puse plazo a ninguna boda. Y en aquel momento, en vez de darnos un peluche, optamos por un anillo como símbolo de unión. Pero ahora aprendí que nada de eso es significativo, porque Juan me enseñó que amarse desde la base del respeto es el mejor de los compromisos.
—¿Ya hubo presentaciones familiares?
—Sí, y estoy feliz. La familia de Juan es divina, es gente muy sana, y esa es una de las prioridades personales que busco en un hombre. Por lo general, voy a comer a su casa, y tanto Cristina, su mamá, como Pico, su papá, me atienden como a una reina. Y ya me hice amiga de sus hermanos, Andrés y Mara, y de su grupo de gente. Cada vez que Juan juega en alguna parte, hablo por “handy” con “el Pájaro” y “el Búho”, sus amigos, y nos reímos mucho comentando los partidos.
—¿Y cómo agasajan los Lopilato?
—Mamá no es de cocinar mucho, así que cuando no prepara asado al horno, llevamos a Juan a comer afuera. Es la primera vez que Mónaco presencia una producción de fotos. Y justamente es su novia quien aparece echada sobre una piel blanca y a medio vestir. Ambos se miran, cómplices, y las risas no tardan. “Es tímido –redunda Luisana–, le encanta ver mis fotos en las revistas. Es tan divino que jamás me haría un planteo.” Hasta el momento, la única diferencia entre los dos son 20 centímetros, la altura del tandilense alcanza 1,85 metro. “Odio quedarme en bolas, ni yo me creo todo esto -bromea Luisana-. No relajo, porque tengo miedo de que algo se escape.”
—Sus lolas: el gran mito.
—Estoy harta de que la gente en la calle me clave la mirada justo ahí y me pregunte por la “supuesta” operación que me hice a los 15. Un delirio. Es que me desarrollé a los 11 años, y mientras hacía “Chiquititas” me fajaban para que parezca más chica. Cuando las solté, se impresionaron. Si conociesen a mi vieja y a mi hermana se darían cuenta que somos tetonas por naturaleza, es hereditario.
—¿Cuánto empeño pone en su cuerpo?
—Lo que quepa en una hora y media de gimnasio diario. Entreno con Mariana Dalmasso, una profesora de Megatlón, con ella hago musculación y complemento con clases de baile en compañia de mi hermana, Daniela. Si no estoy detrás de las calorías, se me va todo de la cintura para abajo y, entonces, le doy a la localizada, porque mantener las piernas es lo que más me cuesta. No hago dietas, pero tomo sesiones de masajes linfáticos.Cuenta regresiva. El 30 de septiembre, luego de la última función de “Arlequín, servidor de dos patrones” en el Teatro de la Rivera, Luisana viajará a España para rodar algunas publicidades. A su regreso decidirá si protagonizará la comedia central de Canal 13 o de Telefe. Y continuará siendo la imagen de 47th Street y de la firma Promesse.
—Y más allá…
—No dejar de actuar jamás, levantar mi propia productora, casarme, con Juan, por supuesto, y formar una familia como la mía. Mi sobrina Daira (3) me despierta el instinto maternal, me encantan los chicos y si fuese por mí tendría diez. Pero no quisiera dejar pasar el tiempo para no ser una madre vieja. Lo ideal, sería una boda a los 23 y un primer hijo a los 24. Match-point y primer set para Luisana.fuentehttp://www.caras.uol.com.ar/edicion_1341/nota_00.htm